viernes, 8 de mayo de 2015

Javiercito el Preescolar

Érase una vez un pequeño niño preescolar llamado Javier, sus padres le llamaban Javiercito el preescolar y era el pequeño niño preescolar más feliz del mundo.

                Una tarde, Javiercito estaba jugando con su amigo imaginario, Ernesto, a que los dos eran gigantes mutantes destruyendo todo lo que tocaban. Lamentablemente para ambos, Ernesto rompió un florero de la madre de Javiercito, ganándoles un seguro regaño muy fuerte.

                La madre de Javiercito era una doctora estresada, agobiada por una depresión y crisis nerviosa que conlleva tener un hijo pequeño con imaginación peligrosa, pero una mujer astuta. Esta vez fue paciente con Javiercito y Ernesto; Les dejó irse con una advertencia, solamente con romper otra cosa en la casa les concedería el deseo de ser monstruos gigantes mutantes, ambos se fueron pensando que habían tenido suerte, pero cuando doblaron el pasillo camino a su habitación, Ernesto volvió a romper un florero. Con miradas de verdadero pánico, aceleraron el paso a esconderse mientras la madre de Javiercito miraba silenciosamente con una sonrisa macabra en el rostro.

                Un par de días pasaron, y parecía que la horrenda maldición que les había causado terror no era tan importante, pues no parecían estarse convirtiendo en un par de mutantes.
– ¡Mira, Papá dejó su guitarra y su maletín en la sala! – Dijo Javiercito emocionado.
– ¿Por qué no me dibujas mientras poso como estrella de Rock? – Continuó Ernesto.
Y mientras se disponían a dejar salir su lado artístico, Javiercito se dio cuenta de que la guitarra sonaba bastante bien para ser tocada por un amigo imaginario. Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que su dibujo estaba resultando en un retrato muy detallado.

Asustado, salió corriendo con elegancia y al llegar a su cuarto pensó que su equilibrio había mejorado y que la mejor manera de saber qué ocurría era cuestionar a su madre directamente, no quería que se asustara de ver a su hijo convertido en una cosa del demonio. Buscó sus zapatos e intentó hacer que entraran, pero no lo hicieron, estaba aterrorizado por la idea de estarse convirtiendo en un monstruo gigante, y el notar que estaba razonando mejor enredó aún más su cabeza. Le pidió a Ernesto que se probara sus zapatos para ver si a él tampoco le quedaban.
– No estoy seguro de que estemos creciendo, quizá el mundo se está encogiendo – Dijo el pequeño imaginario mientras intentaba con fuerza ponerse su zapato.
– Tonterías, algo malo está pasando y si seguimos mutando así vamos a destruir el mundo. No quiero que todos mueran todavía, apenas es viernes – Dijo asustado Javiercito, mientras la facilidad de palabra sorprendía a Ernesto, quien aún no podía ponerse el zapato.

La única  solución para evitar un desastre mundial parecía ser pedirle a la madre de Javiercito que deshiciera las palabras que los habían condenado, y así hicieron los pequeños. De manera atenta y formal, solicitaron volver a sus vidas anteriores.

– No – Dijo la madre de Javiercito. – No puedo revertir esos cambios. Pero no hay por qué preocuparse, no creo que la pubertad sea tan entretenida –.

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