Hay un tipo de dolor del que no me hablarás. Estar sola, con
tantas personas rodeándote, sintiendo que nadie te entiende, y sin embargo,
buscando a alguien que lo haga. Estando en medio de una tormenta de miradas no
es tan sencillo conocer corazones, funciona como una hoja doble, mientras te
hieren evitan que alguien más se acerque.
Vives
en decepción, no pudiendo permitirte confiar en nada más que en ti; porque, quién más que tú para comprender cómo te sientes.
Definitivamente eres tú en quien puedes contar, nadie más te da esa seguridad. ¿Qué
ocurre cuando no puedes entender qué es lo que sientes? En qué te apoyas para
aventurarte al mundo si tu ventana a ti misma no es más que un reflejo de lo que
el mundo te dijo que fueras. ¿Qué tanto de ti queda?
Te
dijeron que cuando te mires al espejo y no te encuentres, podrías considerarte
sola. Con una frase trataste de darte ánimos a seguir adelante y seguir
encontrándote en el reflejo, porque es tu reflejo. De qué más sería, si lo que
te hace perfecta no es lo que crees que deberías ver en ti, sino lo que pasas desapercibido. Tu reflejo es más que sólo lo que te toca, es también
lo que nace desde tu pecho; pues no importa cómo lo veas, el mundo es quien
nota aquello que te parece tan natural que no te das cuenta de lo maravillosa que eres. Debes confiar en ti, en la persona más imperfecta que conoces, y debes
tener la certeza de que en el futuro harás bien, pues si no tienes la confianza
no te queda más que esperar. No perder la confianza es la parte que da miedo,
pero te aseguro que en cuanto empieces a creer en ti te darás cuenta de que en
realidad nunca estuviste sola, tienes más amor del que crees.
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